EL MENSAJERO   


   EL MENSAJERO   

El Mensajero (The Go-Between, 1971) fue la tercera y última colaboración entre el director norteamericado Joseph Losey y el inglés Harold Pinter (Premio Nobel de Literatura 2005); de las otras dos, El Sirviente (1963) y Accidente (1967), que también dejaron una indeleble huella en mi memoria cinematográfica, probablemente escribiré en un futuro.

El mensajero, basada en la novela homónima de H. P. Hartley (de la que también recomiendo, complementariamente, su lectura), es una historia contada a partir de los selectivos recuerdos de un adulto y se limita solamente a un verano en el que el entonces niño de 13 años se topó  por primera vez con un amor imposible que marcaría toda su vida y que le haría perder, al mismo tiempo, la inocencia.

Leo Colston, un niño inteligente, imaginativo y con una avalada fama de brujito entre sus compañeros de colegio, es invitado por uno de sus amigos a pasar el verano en el que cumplirá los años del número maldito en Bradham Hall, la casa de campo de sus padres, ubicada en el condado de Norfolk, y que será el primer encontronazo de Leo con la lujosa vida de la clase alta que representan los Maudsley.

En el paseo inicial, en el que Marcus Maudsley  conduce a su buen amigo Leo por los amplios jardines  de la mansión, este se topa, inesperadamente, con la hermana mayor de Marcus, Marian (Julie Christie, la también inolvidable Lara de Doctor Zhivago), que reposa, tranquilamente, en una hamaca; y aunque ya había sido advertido por su amigo de la belleza de su hermana Leo se detiene a mirarla porque, sin saberlo, acaba de encontrar al amor de su vida.

Marian, que tiene una relación secreta con el granjero Ted Burgess (Alan Bates), intuye, de inmediato, que el ingenuo visitante puede ser una efectiva herramienta para garantizar sus citas con Ted así que comienza a dedicar parte de su tiempo a una seducción innecesaria, porque el chico ya está conquistado, y, bajo el pretexto de que Leo necesita ropas adecuadas para poder soportar mejor un inesperadamente cálido verano, y ella se las quiere regalar, se lo lleva a Norwich para verse con su amante, a pesar de la evidente sospecha de su madre (Margaret Leighton) de que sus intenciones no son tan generosas.

Leo, contento de disfrutar de la compañía de Marian, nada sospecha y se siente feliz con la atención  que le dedica la muchacha. Así las cosas, aparece la última figura del cuarteto que completará esta tragedia amorosa: el noble y veterano de guerra Hugh Trimingham (Edward Fox). Lord Trimingham será el primero que utilice al bueno de Leo como mensajero y, luego, en una conversación entre los tres (Marian, Leo y él mismo), lo llamará Mercurio, el mensajero de los dioses, una velada y divertida referencia a la diferencia de clases entre ellos. 

Más tarde intervendrá eso que llamamos “destino”, cuando Leo, que se ha quedado sólo por la inesperada enfermedad de su amigo Marcus, comienza a deambular por los alrededores de la propiedad de los Maudsley y un pequeño accidente le hace entablar amistad con Ted Burgess con quien simpatiza de inmediato y es éste quien comprende que el bueno y generoso Leo será perfecto y seguro intermediario para mantener el contacto secreto con su amada Marian.

Así, que, señoras y señores, la  escena para comenzar a disfrutar de El Mensajero ya está montada y sólo os queda a vosotros la decisión de levantar el telón  para conocer el desenlace del drama que nos cuentan Losey y Pinter y que tan bien define el ya adulto Leo, al comienzo mismo de la cinta, con estas palabras: “Rememorar nuestro pasado, aún sabiéndolo tan nuestro, se nos antoja en el tiempo ajeno a nosotros”.

Como también ha ocurrido con otras películas que he mencionado aquí,  en RyD, la música, en este caso del maestro francés Michel Legrand, es también protagonista destacada en el filme, así que como ya es habitual, gracias a YouTube, os la dejo aquí abajo:

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