LA VIDA DE NOSOTROS   

   LA VIDA DE NOSOTROS   

La lectura de la última novela del escritor cubano Leonardo Padura –del que soy fiel seguidor, y que he adquirido, cómodamente, vía Amazon-, COMO POLVO EN EL VIENTOme ha dejado una sensación, digámoslo así, en plan psíquico, bipolar. Y no me estoy refiriendo sólo a que me haya provocado estados de ánimo de alegría o depresión sino algo más polémico, basado en mi propia experiencia personal: agradables acuerdos y radicales desacuerdos.

Como soy un cubano de la misma generación de los protagonistas del libro, los que se autodenominaban como El Clan, y abandoné Cuba, como algunos de ellos, a comienzos de los noventa, o sea, cuando ya se había iniciado lo que en la habitual jerga comunista, distorsionadora de la realidad, llamaron “Período Especial en Tiempos de Paz”, conozco, por experiencia propia, lo que se cuenta y mi intuición, tras terminar la primera lectura de la obra (que no será, como es habitual, la última), es que, en este caso, se crearán grupos de lectores para los cuales la percepción de lo relatado puede ser muy diferente. 

El primer grupo que, intuyo, se formará será el de los nacidos entre mediados de los 50s y los primeros años de los 60s, o sea, los niños que vivieron los primeros años de la Revolución castrista y sus radicales experiencias en materias, sobre todo, de adoctrinamiento y racionamiento, que marcaron, para siempre, sus vidas. Esos, entre los que me incluyo, pueden fácilmente detectar cuándo lo que se describe se trata de una realidad verdadera, cuándo la descripción, en temas más directamente relacionados con asuntos políticos, se hace de un modo indirecto, camuflado,  y cuándo lo que realmente ocurrió -por mantener el difícil y necesario equilibrio del autor para seguir viviendo, sin grandes problemas,  en Cuba- se oculta. Como parte de este grupo tengo que decir que la novela te genera no solamente una amarga nostalgia sino que te permite recuperar muchos recuerdos que fueron voluntaria o involuntariamente, sepultados. Ha sido, una vez más, una experiencia interesante leer a Padura. Vamos, para que me entiendan cuando la lean, que la mayor parte de los de este grupo somos una mezcla confusa de Elisas, Horacios, Irvings o Daríos, algunos de los personajes de la novela que optaron por el liberador exilio.

El segundo grupo lo conformarán esos seres, humanos pero no cubanos, que hayan tenido la suerte o la desgracia -que habrá de todo- de entablar amistad con alguno de esos felices/infelices exiliados del grupo anterior. Ya sea en España, en Puerto Rico, en Estados Unidos, en Argentina o en Chile, todos recordarán haber escuchado de sus nuevos/viejos amigos historias como estas, historias de miedo, de paranoia, de hambre, de escasez, de necesidades, pero, insisto, sobre todo de ese miedo, que como bien se cuenta en el libro, les lleva a desconfiar hasta de sus mejores amigos, de sus más cercanos familiares. Para estos también será una lectura instructiva y tendrán la posibilidad, si se mantienen las afinidades, de más de una velada, entre rones, cervezas, vinos o whiskies, para recordar lo que nunca debe ser olvidado.

El tercer grupo, y no menos importante, estará formado por los hijos (y nietos, en algunos casos) de los del grupo primero; esos a los que sacaron muy pequeños de la isla o nacieron ya fuera de ella. Ellos van a recuperar, de una forma indirecta, los recuerdos de sus padres y los enlazarán con lo que han escuchado, o dejado de escuchar, durante toda su vida. La lectura de COMO POLVO EN EL VIENTO será entonces un buen recurso para interrogar, sobre “su” Cuba, a sus progenitores: "¿Aquello era así como se cuenta en el libro? ¿Estuvo entonces tan jodida la cosa, viejo?"

El cuarto grupo será el de aquellos que conocen muy poco, o nada, sobre la realidad cubana, y entonces se sorprenderán de muchas cosas y de otras, a causa de lo que ya he comentado anteriormente, ni siquiera se enterarán. No obstante, será siempre un primer paso importante si están verdaderamente interesados en conocer la historia reciente de esa isla en la que tantas cosas absurdas y terribles vienen ocurriendo desde hace más de sesenta años. Para los lectores de este hipotético grupo, probablemente el más grande de todos, es conveniente aclarar que, como en todas las novelas del autor, no sólo estamos hablando de Cuba sino de La Habana y, aunque La Habana es Cuba, no toda Cuba es como La Habana. 

Y el último grupo será el de los que no entenderán nada, el de los que eligen creer, todavía en el siglo XXI, que la Cuba de los Castro fue, y es, un paraíso. Para ellos, Padura, será, simplemente, un gusano camuflado o lo utilizarán, en el más ladino de los casos, para argumentar que, en la Cuba de hoy, hay libertad para expresarse libremente. Lo dicho, el grupo de los que no se quieren enterar.

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