LA DERROTA DEL VENCEDOR   

   LA DERROTA DEL VENCEDOR   

En muy raras ocasiones uno tiene la inmensa fortuna de ser dirigido, de la manera más inopinada, hacia un diamante insospechado. Así me ocurrió escuchando una tertulia política recientemente, en la cual uno de los presentes hizo referencia  de manera fugaz al ensayo que nos ocupa. Afortunadamente, gracias a las nuevas tecnologías, pude “rebobinar” el momento y anotar el título y autor mencionados: LA DERROTA DEL VENCEDOR, de Rogelio Alonso.

Se trata de un ensayo que repasa minuciosamente toda la historia de la política antiterrorista que los diferentes gobiernos de España han llevado a efecto para “derrotar” a ETA. Lo más valioso del ensayo es, sin duda, su exhaustividad objetiva y, sobre todo, su tremenda profundidad de análisis desde ese punto de vista que, en estos días de las componendas engañosas y de la corrección política que padecemos, es tan inusual: el de la ética y la honestidad intelectual. Ya sea porque de forma generalizada muchos se ven ofuscados en su sentido ético, asfixiados por el relativismo imperante; o ya sea porque, aun siendo conscientes de la realidad y la verdad auténtica, tienen pavor a proclamarla, pues ello supondría ubicarse contracorriente, la realidad es que resulta prácticamente imposible encontrarse con autores que, como Rogelio Alonso, levanten su voz con tanta contundencia, tanta honestidad y tanta valentía para proclamar lo que (casi) nadie quiere oír: la cruda verdad. Lo cual, sin ningún género de dudas, explicaría por qué este incomparable ensayo es desconocido para la inmensa mayoría de los españoles cuando debiera ser lectura obligatoria en las escuelas.

Aparte de su valor documental, con el que quita la careta al aparato del sistema mostrando irrefutablemente el enorme embuste al que tienen sometido al pueblo español en cuanto a la falaz “derrota” de ETA a través del llamado “proceso de paz”, término no menos falaz y desde luego mucho más repugnante si cabe, destaca, en mi opinión, sobre todo la entrada final del último capítulo, titulada  “La «superioridad moral» del resentimiento sobre el perdón”. Si la altura de todo el ensayo parecía difícilmente superable, llegados a la parte mencionada las sensaciones se desbordan, llegando a poder afirmar que es uno de esos momentos en los que uno sabe con total seguridad que la lectura  que está disfrutando quedará indeleblemente marcada en la memoria.

Hay ciertos conceptos que aparentemente se aceptan como positivos. Uno de los más sobados y que induce a engaño, siendo utilizado torticeramente con tanta frecuencia, es el de la tolerancia. Del mismo modo y derivado de ella, lo es la falaz idea de que todas las opiniones son respetables. A poco  que se reflexione, no resulta muy difícil llegar a la conclusión de que estos conceptos, como muchos otros que se imponen desde la corrección política como preceptos absolutos, son falacias fácilmente detectables.  Alonso, sin embargo, se atreve con un concepto más arriesgado, y además lo hace enfrentándolo a otro que, de forma aparente, es su contrario: no sólo cuestiona el valor absoluto del perdón sino que, además de desmontarlo, lo confronta en sentido contrario con el resentimiento, llevándonos –al menos este es mi caso– de manera irrefutable y genial a un lugar donde jamás pensamos que sería posible, lugar donde el valor moral del resentimiento se hace obligatorio y el valor inmoral del perdón se hace indiscutible. A la edad de uno, sincera y humildemente, se hace cada vez más difícil encontrar que alguien nos modifique, enriqueciéndonos, la perspectiva vital de semejante forma. Les aseguro que la experiencia de este ensayo ha resultado una agitación memorable.

Naturalmente, desde el punto de vista estrictamente político, cada presidente y cada partido quedan en el justo y preciso lugar que les corresponde, esto es, el averno que sin duda habitan, ya sea en el mismo infierno o aquí en la tierra, los causantes –junto con sus cómplices y colaboradores necesarios– de tanta sangre, tanta barbarie y tanto dolor.

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